Como contrapunto a la mala hostelería que debemos erradicar y que le da mala fama al sector, debemos poner siempre en valor el trabajo de todos aquellos profesionales de la restauración que cada mañana, y desde hace muchísimos años, se levantan para dar de comer cada día a sus comensales y que esa experiencia culinaria, en cualquier formato, sea satisfactoria.
Pero no sería justo meter a todos en el mismo saco y que terminen pagando justos por pecadores. Queremos denunciar las actitudes que hemos podido constatar en nuestra labor de investigación con motivo de la elaboración de un reciente artículo sobre los “Guachinches” de algunos supuestos indeseables. Incluso hasta hemos recibido algún que otro mensaje intimidatorio ya que al hablar de lo que está sucediendo dicen que nosotros “vamos a quitarle el pan de sus hijos”, lamentamos lo distorsionado de su visión o lo parcial y sesgado que esta su criterio respecto de la realidad, pues aquí va nuestra respuesta.
Espero que entre el selecto grupo de nuestros lectores habituales tengamos representantes y responsables de la Agencia Tributaria Española, la Agencia Tributaria Canaria, la Seguridad Social, la Agencia Española de Protección de Datos, las Sociedades de Autores, Sanidad, etc.
Les invitamos a que visiten las magníficas propuestas culinarias y las viandas fuera de carta en este tipo de establecimientos que se hacen pasar por guachinches de manera indebida, siendo verdaderos restaurantes en toda regla que usan como herramienta de marketing el término, saltándose toda normativa.
Así podrán aprovechar para visitar estos establecimientos y, de primera mano, comprobar que los titulares no solo son autónomos, sino que también son empresas mercantiles que solo cobran en efectivo, o con datáfono y Bizum; que no dan factura, que entregan “ticket pendiente de cobro” y, tras pagar y esperar por la factura simplificada, se ponen malhumorados y no la dan pese a que figura un IGIC cobrado en el mismo.
También podrán maravillarse con la programación informativa y deportiva en televisores de grandes pulgadas, multitud de publicaciones en redes sociales y publicidades pagadas en redes sociales por desprendidos benefactores anónimos.
Mejor no entramos en los ingredientes para los platos, pero no creo sea muy canario poner aceite de palma, soja o girarol como base en el mojo picón o que el picante sea de “tres calaveras” ofrecido en palabras por el camarero. O que no sepan responder si el escaldón es con gofio de millo, trigo o mezcla, aunque es muy de agradecer que sepan que el caldo de fondo del plato es de cazuela.
Nadie se ha preguntado nunca cuáles son los criterios por los que se eligen los rankings de guachinches en la isla de Tenerife, más allá del criterio económico en inversión publicitaria para beneficio de algunos pocos, o de algún come croquetas o zampabollos puntual.
No sean tan ingenuos y no se dejen aconsejar por publicidades engañosas que poco o nada tienen que ver con los guachinches tradicionales y sí mucho que ver con el interés económico de algunos pseudo-restauradores que, para tener clientes y hacer cajas suculentas, pagan para conseguir recomendaciones rápidas y fáciles a cambio de una contraprestación económica simple y un plato de lentejas, que es pan para ellos hoy y miserias para el resto de los pocos supervivientes del sector mañana tras ellos haberlo esquilmado.
También podremos degustar cartas con precios curiosos y platos fuera de carta con precios sorpresa, sin información sobre alérgenos o con esta información casualmente deteriorada, sin información sobre los trabajadores y sus carnets de manipuladores de alimentos, etc.
Y lo mejor de todo es que no tendrán que ir al norte profundo de nuestra isla para encontrarlos; basta con visitar las distintas localidades y barrios del área metropolitana de Santa Cruz o La Laguna, donde han proliferado, de un tiempo a esta parte, este tipo de establecimientos que nada tienen que ver con un Guachinche original y que, en muchos casos, hasta dan la sensación de ser presuntas lavadoras de dinero.
No pretendemos crear alarma social ni una caza de brujas, pero sí nos parece deleznable que hayan proliferado establecimientos de restauración de presuntos empresarios oportunistas que, al calor del dinero fácil y los márgenes comerciales, utilizando un noble término como es la denominación de guachinches, se dediquen a hacer negocio con total impunidad, cuando son realmente restaurantes que aumentan sus márgenes sin que las administraciones hagan su labor inspectora y de verificación, en perjuicio de otros y del propio sector.
Y es que no hay que olvidar que ya el gobierno de Canarias aprobó hace ya algún tiempo el Decreto por el que se regula la actividad de comercialización, al por menor y por tiempo determinado, de vino de cosecha propia y los establecimientos donde ésta se desarrolla. Los locales que se integren en el ámbito del Decreto y que estuvieran funcionando en el momento de su entrada en vigor contaron con un plazo de tres meses para su adaptación a la presente norma, que ha sido elaborada por el Ejecutivo para defender la pervivencia de estos establecimientos tradicionales y evitar la competencia desleal con la actividad propia de restaurantes y bares-cafeterías.
Esperamos, con este artículo, poner en valor todo el trabajo de los guachinches originales, casas de comida y restaurantes de toda la vida que llevan trabajando dignamente décadas, generación tras generación, cumpliendo con las normas y que, lamentablemente, son los que suelen ser objeto de las inspecciones.
Visiten, conozcan, pregunten y aprendan a reconocerlos, porque se ven a la legua. Déjense asesorar por profesionales y críticos gastronómicos o personas del sector que tienen un mayor conocimiento, y no solo por una simple visita para levantar un acta de infracción en la inspección motivada por una campaña de objetivos puntual o por una denuncia anónima recibida por los cauces habituales.
¡Larga vida al Guachinche original y las casas de comida, y fuego a la penca a los impostores!